Pedro, es un pequeño empresario, que tiene una asesoría fiscal en la que cuenta con 5 empleados que trabajan a su cargo.
Desde hace dos años la situación nos dice Pedro que es cada vez peor, porque a la crisis que actualmente vivimos se le añade el hecho de no poder confiar en sus empleados, porque siempre debe dárselo todo “hecho y masticado” ya que según él carecen de la más mínima iniciativa a la hora de resolver cualquier tipo de incidencia que pueda presentarse en su oficina.
Nuestro pequeño empresario se queja de tener que estar siempre revisando la gestión de sus empleados y de no tener tiempo para dedicarse a lo que realmente considera que debiera ser su trabajo, más centrado en la gerencia de su asesoría.
Esta situación que estamos describiendo es muy clásica del momento actual, y quien dice una asesoría fiscal, dice también una cafetería, o un taller de carpintería, o un gabinete de abogados. Pero siempre la constante es la misma: “no puedo fiarme de nadie, se lo tengo que dar todo hecho a mis empleados, porque si no lo hago así, me llevarán a la ruina”.
En este contexto nos encontramos con que la empresa en cuestión entra en una especie de laberinto que no tiene posibilidad de salida alguna, ya que cuanto más controla el empresario la actividad de sus empleados, más se ponen estos a la defensiva, temen equivocarse, y retrasan cualquier decisión a la espera de recibir la notificación o indicación oportuna de la persona responsable. A su vez, esta actitud de espera y falta de iniciativa de los empleados, confirma en el empresario su teoría de que la gente que tiene a su cargo es incapaz de tener iniciativa propia. En definitiva, es como popularmente solemos decir “la pescadilla que se muerde la cola” y ante la cual, si no se genera un cambio, resulta imposible encontrar una salida.
Este caso descrito está muy relacionado con lo mencionado en el apartado de la gestión del tiempo al afirmar allí que hay momentos en que el responsable de una empresa se convierte en una especie de “apagafuegos” buscando soluciones para los imprevistos del momento y olvidando hacia donde quiere conducir su nave. Evidentemente con una correcta delegación de funciones, este problema no ocurriría.
En síntesis, estos serían los tres puntos clave que diferencian en una empresa una actitud de exceso de control con una equilibrada delegación de funciones:
EXCESO DE CONTROL
– Fomenta la falta de iniciativa
– Insuficiente atención a nuestras tareas básicas
– Genera dos posibles tipos de respuesta en el empleado que son contraproducentes para la empresa: resistencia o sumisión
CONFIANZA
– Fomenta la acción a través de la delegación
– Nos permite ocuparnos de tareas que darán más valor añadido a nuestra empresa.
– Genera colaboración y espíritu de equipo.
En “DOS PASOS ADELANTE” pondremos en tus manos herramientas para desarrollar en tu empresa este aspecto de la delegación de funciones, que sin duda incidirán en una mayor productividad y en un mejor clima laboral